VERITAS PRÆVALEBIT: "La verdad prevalecerá"

jueves, noviembre 23, 2006

A falta de Blocs, buenos son los Blogs

Como no encontré papel en la casa, decidí escribirte acá (¡¿Qué es lo que hacemos con los anotadores, la semana pasada había 3 en la mesa del comedor y ahora no hay ni un boleto de colectivo?!)
Te dejé una tarta en la heladera, sé que el atún no te gusta mucho pero por favor tirá la pizza porque está desde el domingo y ya huele mal, yo no lo hice porque después decís que invado tus espacios.
Hoy leí en el diario que un grupo de rock estadounidense les pondrá música a unos sonetos de Shakespeare…¿Viste, amor?, nunca es tarde para hacer lo que uno quiere.
Cuando leas esto, probablemente esté volando hacia Lima ¿Qué me deparará el destino?, ¿podré cumplir con las expectativas puestas en mí? Ya sé que te canso con estos pensamientos, pero yo no puedo con mi ansiedad, lo sabés.
Ojalá tenga tiempo para hacer el camino del Inca y si no puedo me consolaré mirando los surcos que bordean mi boca.
Estoy un poco asustada y tengo muchas ganas de comer ceviche. Si se cae el avión, la empresa debería pagarte 4 sueldos míos, ¡no dejes de reclamarlos!
Qué más, qué más…no quiero dejar de escribirte, escribirte es como tenerte cerca.
¡Ah!, hoy también leí algo que me gustó mucho, me trajo recuerdos:

“Habíamos entrado uno en el otro para luego caer rendidos en la ordinariez de las sábanas de algodón. Habíamos buceado en la interioridad propia y ajena para luego extrañarnos en las diferencias de nuestros cuerpos, para volver a la condena de desear de la vida algo que nunca será”.

Qué estúpidamente cursi soy.

Beso.
Nos vemos.

domingo, noviembre 19, 2006

Relaciones Laborales

En el fondo del pasillo, antes de llegar al baño de damas, se encuentra la cartelera de “Sociales” de la Gran Empresa. Allí, Juan Ignacio Bustos, Jefe de Relaciones Industriales de la Gran Empresa, colocó, con cierta vergüenza e indecisión, el siguiente aviso:

Regalo perra Ovejero, 10 años, sana, guardiana.

Se llama Lucy. Interno: 4120

La cartelera de “Sociales” es la vía de comunicación que muchos operarios eligen para vender o permutar cosas viejas, o bien para anunciar actividade tales como torneos de fútbol, fiestas o excursiones.
Juan Ignacio había meditado mucho antes de publicar el aviso. Él creía que ningún empleado administrativo hubiera utilizado la cartelera porque consideraba que los administrativos no tienen necesidad de vender o permutar cosas viejas y que cuando algo no les sirve hacen donaciones o simplemente tiran esas cosas viejas.
Pero la perra Lucy había sido la fiel compañera de su abuela, la había acompañado hasta su muerte y ahora que no le quedaban parientes vivos y que la pulcritud de su departamento no era el ambiente adecuado para Lucy, pensó que la mejor alternativa para ubicar al perro era recurrir a la cartelera de “Sociales”.
Después de tres días de haber publicado el aviso, el teléfono del interno 4120 sonó
- Sí.
- Hola, soy Vanesa Ferreti del sector de Estampado.
- Sí.
- Llamo por el aviso de la perrita Lucy.
- Sí.
- Quisiera llevármela a mi casa, el único problema es que vivo lejos y no tengo cómo llevarla.
- Antes que nada, quisiera aclararle que el perro no es Ovejero de raza.
- ¿Los Ovejeros son unos que tienen el hocico achatado?
- No.
- Ah, qué bueno, porque esos son los únicos que no me gustan, dicen que esos muerden la mano del que les da de comer. Yo quiero a la perra porque necesito que cuide mi casa, que meta un poco de miedo.
- En ése sentido no va a tener problema.

Juan Ignacio anotó la dirección de Vanesa y pensó que nunca había ido a Sarandí. Después observó detenidamente su legajo. La chica tenía 33 años y hacía siete que trabajaba en la Gran Empresa, al parecer vivía con su madre. Su trabajo consistía en accionar una máquina que imprimía estampas con el nombre de la Gran Empresa sobre cajas de madera.
Camino a Sarandí, Juan Ignacio pensó que Vanesa debería levantarse a las 4 de la mañana para llegar al trabajo, la misma hora en la que él lograba conciliar el sueño al menos tres veces por semana. Cuando Vanesa abrió la puerta, se sorprendió al ver que el dueño de la perra era el Jefe de Relaciones Industriales, pero rápidamente se acercó a Lucy y la abrazó como si se tratara de una vieja mascota que se había perdido y que un extraño traía de vuelta.
Juan Ignacio observó detenidamente la casa, tenía un solo cuarto que Vanesa compartía con su madre. Allí no había ningún sillón que romper ni alfombra que llenar de pelos y era imposible que se sintiera el olor a perro porque el olor a quema que venía del barrio era más fuerte que cualquier otro.
Antes de irse, Juan Ignacio les dejó a Vanesa y a su madre una bolsa grande de alimento balanceado, las mujeres se rieron a carcajadas y le juraron a Juan Ignacio que en esa casa se cocinaban los mejores guisos del mundo y que en ningún lado, ni siquiera en París, se debían comer los guisos que ellas cocinaban.
Con el asunto de la perra resuelto, Juan Ignacio pudo dormir mejor, pero eso no duró mucho tiempo porque Vanesa Ferreti, sin darse cuenta, comenzó a obstaculizar los planes de ascenso que el Jefe de Relaciones Industriales había desarrollado con brillante habilidad política dentro de la Gran Empresa.
Cada vez que Vanesa y Juan Ignacio se cruzaban por los pasillos, Vanesa se encargaba de contarle todo lo que la perra hacía en su nuevo hogar. Al principio le dijo que Lucy parecía triste y que a cierta hora del día se paraba detrás de la puerta, como si estuviera esperando a alguien, pero que de todos modos eso no le impedía ladrar con valentía si escuchaba ruidos extraños. Otro día, mientras Juan Ignacio conversaba con unos Gerentes en el pasillo, Vanesa se acercó para contarle con entusiasmo que Lucy ya estaba adaptaba y que todas las tardes corría al gato del vecino que osaba treparse por la medianera y que eso la alegraba porque el vecino era una mala persona.
Pero el colmo sucedió un día que Juan Ignacio caminaba con el Director de la Gran Empresa por el pasillo oblongo que conduce a la cartelera de “Sociales” y de frente distinguió a Vanesa que se aproximaba con una sonrisa. Juan Ignacio sintió que el tiempo se ralentaba y que a medida que la distancia entre ellos y la operaria se acortaba, sus planes de ascenso dentro de la Gran Empresa se hacían trizas.
Ésa vez, Juan Ignacio no pudo escuchar lo que Vanesa dijo porque el hervor de su cabeza no le permitió distinguir palabra alguna, sólo atinó a decir que había olvidado hacer un llamado telefónico importante y dejó solos a Vanesa y al Director en el pasillo oblongo.
Juan Ignacio dio algunas indicaciones a su secretaria y se fue al bar más cercano a la Gran Empresa. Allí, entre alcohol y cigarrillos, pensó en un plan para recuperar la brillante habilidad política que una estúpida estampadora había arruinado por un estúpido perro.
Cuando se hizo de noche tomó su auto, no estaba en condiciones de manejar pero el viaje se le hizo corto, mientras andaba por la autopista recordó el día en el que había irrumpido en la casa de su abuela, hacía días que no contestaba el teléfono y cuando abrió la puerta la encontró muerta junto a Lucy que lo miraba con recelo, pensó que esa perra nunca lo había querido.
Pateó la puerta y entró, Lucy se paró de un salto pero no ladró porque lo reconoció. Vanesa estaba en la cocina y Juan Ignacio se le acercó como una bala, la tomó del cuello y la zamarreó, primero la golpeó en la mejilla izquierda y le preguntó entre dientes si entendía la diferencia entre un operario, un jefe, un gerente y un director. Cuando Vanesa asintió con la cabeza, Juan Ignacio la volvió a golpear y le dijo que quien se creía que era para andar refregándole su dignidad de pobre, que no fuera estúpida porque la dignidad de los pobres no existía, que eso era sólo un invento de los poderosos para que los pobres se sientan orgullos de ser pobres y no pretendan ascender socialmente, pero que ella era tan idiota que no se había dado cuenta de eso.
Por fin Lucy comenzó a ladrar y Juan Ignacio soltó con fuerza a Vanesa. La perra corrió detrás del nieto de quien le había enseñado a cuidar, lo corrió hasta el auto y ladró, ladró y ladro y corrió hasta donde pudo, hasta donde sus patas de vieja guardiana le permitieron.

sábado, noviembre 11, 2006

Iris Humano - Iris Mecánico

El presentador se sentó sobre la banqueta de metal, con un pie tocó el piso y con el otro la barrita de metal que une las patas de la banqueta de metal.
Lo envolvía una atmósfera de gloria y laureles, tenía una mirada azul filosa, atrevida, tan atrevida que hacía reír.
Cuando todo estuvo listo y el presentador finalmente miró a la cámara, se produjo el primer gran encuentro. Su iris humano había tomado contacto con el iris mecánico de la cámara. El presentador pudo verlo todo. El presentador creyó ver al mundo entero que se le presentaba plano detrás del iris mecánico de la cámara.
Vio todo, vio alrededor de cien mil quinientas veinticuatro personas que lo miraban desde distintos lugares. Hizo foco con su propio iris humano en alguno de esos lugares y pudo ver cocinas, comedores, habitaciones, comercios. Vio todo tipo de personas al mismo tiempo, vio mujeres que estornudaban, que tosían, que reían. Vio hombres que hablaban, vio parejas desnudas que lo miraban con sosiego, vio platos de comida, objetos que le parecieron indescifrables, vio cosas desagradables. Vio doscientas cincuenta mil tipos de luces que se apagaban y se encendían con la velocidad propia de la luz. Escuchó cuatrocientos treinta y dos ruidos distintos, algunos eran conocidos, otros le parecieron desagradables y ensordecedores. Escuchó un murmullo de voces que no cesaba nunca, no pudo reconocer ninguna palabra, era como si hubiera metido su cabeza dentro de un panal de abejas.
Lo vio todo, vio cristales y manijas, vio encendedores y esterillas, vio perlas y rollos de papel higiénico, vio a un niño con bigotes de frutilla y a un perro que se lamía. Vio a su propia casa y a su mujer que lo aguardaba como siempre.
Cuando la luz roja de la cámara se encendió, le pareció que todo ese mundo plano que había detrás del iris mecánico y que él podía percibir con su iris humano, se detenía al unísono, entonces dijo lo de siempre:


Buenas noches, bienvenidos una vez más a….

Diez segundos después de haber terminado el programa, se produjo el segundo gran encuentro. Con discreción y timidez me asomé por detrás de la cámara, sabía que el presentador me estaba esperando y lo miré.
- ¿Quién sos?
- Soy nueva- Respondí.
Y nos quedamos unos segundos observándonos, él con su mirada azul filosa y atrevida de iris humano y yo con la mía gris y transparente de iris mecánico.



* El dibujo es creación de Mariposa Mística y me lo ha prestado gentilmente (http://mariposamistica.blogspot.com/)

viernes, noviembre 03, 2006

Stormy Weather

Dripping leaves sing: Feel me Feel me
(little trees lean deeply)
Breathe this freezing wind,
isn’t whistling?
Miss me Miss me
(dreams will sink in tingling streams)
Swim in this chilled sea,
isn’t it weeping? Drink me Drink me
(busy streets scream fiercely)
Heal this grieving skin,
isn’t it bleeding? Kiss me Kiss me

(in this city, mean spirits win)
Believe in this simple lyric,
isn’t is speaking?
Read me Read me
Missing thee is killing me,
isn’t it silly?