VERITAS PRÆVALEBIT: "La verdad prevalecerá"

domingo, noviembre 19, 2006

Relaciones Laborales

En el fondo del pasillo, antes de llegar al baño de damas, se encuentra la cartelera de “Sociales” de la Gran Empresa. Allí, Juan Ignacio Bustos, Jefe de Relaciones Industriales de la Gran Empresa, colocó, con cierta vergüenza e indecisión, el siguiente aviso:

Regalo perra Ovejero, 10 años, sana, guardiana.

Se llama Lucy. Interno: 4120

La cartelera de “Sociales” es la vía de comunicación que muchos operarios eligen para vender o permutar cosas viejas, o bien para anunciar actividade tales como torneos de fútbol, fiestas o excursiones.
Juan Ignacio había meditado mucho antes de publicar el aviso. Él creía que ningún empleado administrativo hubiera utilizado la cartelera porque consideraba que los administrativos no tienen necesidad de vender o permutar cosas viejas y que cuando algo no les sirve hacen donaciones o simplemente tiran esas cosas viejas.
Pero la perra Lucy había sido la fiel compañera de su abuela, la había acompañado hasta su muerte y ahora que no le quedaban parientes vivos y que la pulcritud de su departamento no era el ambiente adecuado para Lucy, pensó que la mejor alternativa para ubicar al perro era recurrir a la cartelera de “Sociales”.
Después de tres días de haber publicado el aviso, el teléfono del interno 4120 sonó
- Sí.
- Hola, soy Vanesa Ferreti del sector de Estampado.
- Sí.
- Llamo por el aviso de la perrita Lucy.
- Sí.
- Quisiera llevármela a mi casa, el único problema es que vivo lejos y no tengo cómo llevarla.
- Antes que nada, quisiera aclararle que el perro no es Ovejero de raza.
- ¿Los Ovejeros son unos que tienen el hocico achatado?
- No.
- Ah, qué bueno, porque esos son los únicos que no me gustan, dicen que esos muerden la mano del que les da de comer. Yo quiero a la perra porque necesito que cuide mi casa, que meta un poco de miedo.
- En ése sentido no va a tener problema.

Juan Ignacio anotó la dirección de Vanesa y pensó que nunca había ido a Sarandí. Después observó detenidamente su legajo. La chica tenía 33 años y hacía siete que trabajaba en la Gran Empresa, al parecer vivía con su madre. Su trabajo consistía en accionar una máquina que imprimía estampas con el nombre de la Gran Empresa sobre cajas de madera.
Camino a Sarandí, Juan Ignacio pensó que Vanesa debería levantarse a las 4 de la mañana para llegar al trabajo, la misma hora en la que él lograba conciliar el sueño al menos tres veces por semana. Cuando Vanesa abrió la puerta, se sorprendió al ver que el dueño de la perra era el Jefe de Relaciones Industriales, pero rápidamente se acercó a Lucy y la abrazó como si se tratara de una vieja mascota que se había perdido y que un extraño traía de vuelta.
Juan Ignacio observó detenidamente la casa, tenía un solo cuarto que Vanesa compartía con su madre. Allí no había ningún sillón que romper ni alfombra que llenar de pelos y era imposible que se sintiera el olor a perro porque el olor a quema que venía del barrio era más fuerte que cualquier otro.
Antes de irse, Juan Ignacio les dejó a Vanesa y a su madre una bolsa grande de alimento balanceado, las mujeres se rieron a carcajadas y le juraron a Juan Ignacio que en esa casa se cocinaban los mejores guisos del mundo y que en ningún lado, ni siquiera en París, se debían comer los guisos que ellas cocinaban.
Con el asunto de la perra resuelto, Juan Ignacio pudo dormir mejor, pero eso no duró mucho tiempo porque Vanesa Ferreti, sin darse cuenta, comenzó a obstaculizar los planes de ascenso que el Jefe de Relaciones Industriales había desarrollado con brillante habilidad política dentro de la Gran Empresa.
Cada vez que Vanesa y Juan Ignacio se cruzaban por los pasillos, Vanesa se encargaba de contarle todo lo que la perra hacía en su nuevo hogar. Al principio le dijo que Lucy parecía triste y que a cierta hora del día se paraba detrás de la puerta, como si estuviera esperando a alguien, pero que de todos modos eso no le impedía ladrar con valentía si escuchaba ruidos extraños. Otro día, mientras Juan Ignacio conversaba con unos Gerentes en el pasillo, Vanesa se acercó para contarle con entusiasmo que Lucy ya estaba adaptaba y que todas las tardes corría al gato del vecino que osaba treparse por la medianera y que eso la alegraba porque el vecino era una mala persona.
Pero el colmo sucedió un día que Juan Ignacio caminaba con el Director de la Gran Empresa por el pasillo oblongo que conduce a la cartelera de “Sociales” y de frente distinguió a Vanesa que se aproximaba con una sonrisa. Juan Ignacio sintió que el tiempo se ralentaba y que a medida que la distancia entre ellos y la operaria se acortaba, sus planes de ascenso dentro de la Gran Empresa se hacían trizas.
Ésa vez, Juan Ignacio no pudo escuchar lo que Vanesa dijo porque el hervor de su cabeza no le permitió distinguir palabra alguna, sólo atinó a decir que había olvidado hacer un llamado telefónico importante y dejó solos a Vanesa y al Director en el pasillo oblongo.
Juan Ignacio dio algunas indicaciones a su secretaria y se fue al bar más cercano a la Gran Empresa. Allí, entre alcohol y cigarrillos, pensó en un plan para recuperar la brillante habilidad política que una estúpida estampadora había arruinado por un estúpido perro.
Cuando se hizo de noche tomó su auto, no estaba en condiciones de manejar pero el viaje se le hizo corto, mientras andaba por la autopista recordó el día en el que había irrumpido en la casa de su abuela, hacía días que no contestaba el teléfono y cuando abrió la puerta la encontró muerta junto a Lucy que lo miraba con recelo, pensó que esa perra nunca lo había querido.
Pateó la puerta y entró, Lucy se paró de un salto pero no ladró porque lo reconoció. Vanesa estaba en la cocina y Juan Ignacio se le acercó como una bala, la tomó del cuello y la zamarreó, primero la golpeó en la mejilla izquierda y le preguntó entre dientes si entendía la diferencia entre un operario, un jefe, un gerente y un director. Cuando Vanesa asintió con la cabeza, Juan Ignacio la volvió a golpear y le dijo que quien se creía que era para andar refregándole su dignidad de pobre, que no fuera estúpida porque la dignidad de los pobres no existía, que eso era sólo un invento de los poderosos para que los pobres se sientan orgullos de ser pobres y no pretendan ascender socialmente, pero que ella era tan idiota que no se había dado cuenta de eso.
Por fin Lucy comenzó a ladrar y Juan Ignacio soltó con fuerza a Vanesa. La perra corrió detrás del nieto de quien le había enseñado a cuidar, lo corrió hasta el auto y ladró, ladró y ladro y corrió hasta donde pudo, hasta donde sus patas de vieja guardiana le permitieron.

9 Comments:

Blogger Lis said...

genial!!
muy buen relato!!

me gustó mucho!

un abrazo!

19/11/06

 
Blogger Mariposa}:{Mística said...

Qué buen relato, de gran empresa, un poco crudo, pero muy muy bueno!
te dejo un beso!

20/11/06

 
Anonymous Anónimo said...

Muy bueno!!!
Logró que no me fijara en la parte técnica y que me envolviera el relato.

20/11/06

 
Blogger Ulschmidt said...

Me gusto mucho. Que buena percepción de dos personas de clases sociales distintas ( algunos nunca perciben más que una en toda su vida)

21/11/06

 
Anonymous Anónimo said...

Me encantó el cuento. Reafirma mi postura de que cuanto más conozco a la gente, más amo a mi perra (obviamente hay algunas -muy contadas- excepciones). Besos.

21/11/06

 
Blogger Ana C. said...

Muy lindo el cuento. El final me pareció muy sorprendente. Creo que no esperaba que el tipo fuera tan mediocre.

21/11/06

 
Anonymous Anónimo said...

“Ojalá también lo hubiera mordido”, pensé la primera vez que leí tu historia, pero después me quedé pensando que no era necesario, ya bastante desgraciado era ese infeliz.

Saludos :)

C.

21/11/06

 
Blogger MALiZiA said...

hola, llegó aquí por otro blog, buen relato, a veces los personajes nos sorprenden en elminuto final.
saludos.

22/11/06

 
Blogger Cuni said...

Lis: Muchas gracias! Otro abrazo
Mariposa: Sí, te confieso que me costó escribir la parte de los golpes. Beso.
Lucy: Coincido plenamente, aunque en mi caso, la frase sería la siguiente "Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi gata". Saludos.
Ana: Nada peor que un mediocre con poder.
Uli: Gracias, por momentos pienso que el relato es un poco maniqueista. Muchas gracias
Malizia: La vida te da sorpresas. Gracias por pasar. Saludos
Ary: Las cuestiones técnicas son necesarias pero a vecs también son una trampa, es difícil el equilibrio. Gracias.
Carpe: Sabés que muchas veces ésa forma de pensar ha sido mi consuelo (de tontos tal vez, qué sé yo...)
Gracias a todos por responder. Saludos

22/11/06

 

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