VERITAS PRÆVALEBIT: "La verdad prevalecerá"

sábado, octubre 28, 2006

Truco Erótico

El Truco es mucho más que un entretenimiento lúdico; es también un juego de seducción, cargado de erotismo y poesía.
Si no lo creen, presten atención a la mayoría de las señas.


ancho de bastos dos

ancho de espadas


tres

siete "bravo" ...Y la poesía...

Alambre de siete hilos con palos de ñandubay, cigarros marca "La Tecla" y una "flor" de! Paraguay.

Pal juego soy atrevido, capaz de aceptar con nada; pero nunca digo "envido" si no es cierta la parada.

Por el río Paraná, venía navegando un piojo, con un hachazo en el ojo y una "flor" en el ojal.

miércoles, octubre 25, 2006

Vestido Azul

Todavía no puedo salir de la vergüenza, pasan los días y no hay caso, cada vez que recuerdo el hecho, me sonrojo como si todavía Agustín Alberdi me estuviera mirando con esa mirada entre sorprendida y libidinosa.
Resulta que hace un par de días una amiga me arregló una cita con una persona que, aparentemente, era especial para mí. Hace casi tres años que vengo conociendo gente “aparentemente especial para mí”. Pero bueno, los amigos son sagrados y aunque nunca vayan a comprender lo que uno verdaderamente desea, hay que aceptarlos y sobre todo no rechazar sistemáticamente sus propuestas.
A mí las citas arregladas no me gustan nada, pienso que son una hipocresía total. Uno tiene que disimular que en realidad se muere porque el otro definitivamente sea su media naranja y en vez de conversar acerca de lo que realmente interesa, hay que opinar sobre el país, quejarse del clima cambiante, contar lo que uno hace en el trabajo. Pero bueno, yo soy muy formal, siempre lo fui, y además si me negaba a asistir iba a tener que soportar un discurso acerca de mi miedo al compromiso y mi bloqueo sentimental y para eso ya la tengo a mi madre y a mi terapeuta. Así que dije que sí sin poner condición alguna.
Ahora me viene el recuerdo del hecho absurdo que sucedió aquella noche y un frío eléctrico recorre mi espalda.
Citas como éstas tuve muchas, antes solía tirarme el placard encima, pero con el tiempo fui optando por la ropa más cómoda. Recuerdo una vez me puse una pollera del tamaño de una vincha y después de unas caipiriñas a mi amiga se le ocurrió bailar, y en esos momentos no queda bien negarse, aún cuando uno no pueda moverse. Así que me paré como un poste y sacudí un poco las rodillas y los brazos. A veces la música brasileña puede ser odiosa.
La noche de la cita, esa noche absurda y trágica, tenía dos opciones: un vestido azul, sencillo, con breteles y escote en “V”, o un pantalón blanco holgado. Elegí el pantalón. Mal. Pésimo. Elegí mal, como siempre. Si hubiera optado por el vestido azul, no estaría escribiendo esta estúpida anécdota.
Mientras me maquillaba pensaba en Agustín Alberdi, quiero aclarar que éste Agustín Alberdi, no tiene nada que ver con el productor de publicidad. Agustín Alberdi es un nombre perfecto para imaginar cosas perfectas...Agustín Alberdi, Agustín Alberdi.
Llegué a la casa de mi amiga con media hora de retraso, antes de entrar al living ya tenía una caipiriña en la mano y ahí lo ví al Sr. Alberdi con toda su herencia patriótica arrojada sobre el sillón. Tenía cara de buen tipo, sería tonto no reconocer que apenas lo vi me relajé instantáneamente. Hay caras que a uno lo tranquilizan.
Se me está haciendo larga la anécdota así que voy al grano, al hecho trágico y absurdo.
Cenamos en el patio, había vino y peceto con ensaladas varias. Hablamos del trabajo y del país pero entre una cosa y la otra hacíamos chistes, el Sr. Alberdi se reía de mis chistes, los suyos no estaban nada mal, puede decirse que todo venía bien hasta que la vi.
Ahí estaba grande y marrón, mareada por las pintitas de las baldosas. Se me heló la sangre, odio profundamente a las cucarachas, es idiota, lo sé, pero les tengo miedo, sobre todo a esas enormes que aparecen en Primavera.
La sorpresa no me dio tiempo a reaccionar y en menos de un segundo la tenía trepando por mi tobillo, entonces lancé los cubiertos al demonio, creo que volqué mi vaso y una de las botellas, grité y moví de manera espástica mi pierna, lo que resultó peor porque la cucaracha se asustó y comenzó a subir con velocidad hasta mi rodilla. Entonces sin pensarlo, inmersa en una profunda sensación de asco y con miedo a que la intrusa se metiera entre mis piernas, me desabroché el pantalón y los bajé para ahuyentar a la maldita que ya estaba escalando por mis cuádriceps.
Finalmente la cucaracha voló, yo me subí el pantalón mientras por el rabillo de un ojo veía la mirada del Sr. Alberdi, una mirada entre sorprendida y libidinosa. Nadie dijo nada, creo que mi amiga se moría por reírse, todos nos moríamos por reírnos, y pienso que no lo hicimos porque estas citas de porquería te vuelven un poco artificial, inevitablemente.
Un hecho vergonzoso lo que ocurrió, si me hubiera puesto el vestido azul no estaría contando esta estúpida anécdota. Pero para ser sincera, lo de la cucaracha no fue lo peor. Lo peor, y lo que ahonda mi vergüenza, fue algo que dijo el Sr. Alberdi. En realidad no sé si efectivamente lo dijo o si es producto de mi imaginación, pero en un momento de la noche yo creo haber escuchado un susurro acaramelado de alcohol, que decía: Lástima no haber sido cucarachita....

domingo, octubre 22, 2006

Sueños

Te congelé con mis ojos albinos,
te doblegué con mi voluntad estoica,
te herí con clara conciencia,
te rasgué con mis manos de lija,
te mordí con palabras de fuego,
te enceguecí con mi soberbia fluorescente,
te desprecié con indiferencia infinita,
te hundí en mi errancia circular.
Te consolé con mi risa protocolar número tres,
pero no resultó. Entonces te abracé con
la fuerza de una serpiente y lloré.
Lloraba esquirlas, lloraba pedazos de vidrio,
y entre sollozos, dije: Mis sueños están rotos.

jueves, octubre 19, 2006

Eva


Si en el mundo no hubiera más que naturaleza
y retazos de hierba cubrieran mi cuerpo...
Y si, aburrida, sacudiera un árbol y sobre mis pálidos pies
cayera, roja y pulposa, una manzana...
Con deliciosa rebeldía y salvaje fruición, la mordería.

lunes, octubre 16, 2006

Una mujer engañada

Vuelvo a casa antes de lo previsto y encuentro a mi marido en la cama con otra mujer. Quedo perpleja mirándolos, ellos estúpidamente tratan de ocultarse entre las sábanas y digo:
—No sé cómo reaccionar—. Me quedo observándolos con la yema de dos dedos rozando mis labios, me inquieta que ninguno de los dos responda.
—Díganme qué quieren que haga, ¿quieren que grite? Porque si quieren me pongo a gritar—. Entonces comienzo a aullar las barbaridades más espantosas que jamás haya dicho.
—No te pongas así—dice mi marido.
—No me digas lo que tengo que hacer porque todavía no reaccioné—Golpeo la cómoda con el puño—¡Dije que quiero que me digan cómo tengo que reaccionar, mierda! Voy a entrar de nuevo.
Cierro la puerta, respiro hondo y vuelvo a entrar.
— ¡Oh, Ricardo!, ¿qué significa todo esto?
Ricardo me mira, no sabe si estoy jugando o si hablo en serio.
—Vos esperabas que reaccionara así, ¿no? Seguramente me ibas a decir que todo tenía una explicación, te ibas a enrollar en la sábana, ibas a acercarte para contenerme y yo te iba a pedir que no me tocaras después de haber estado con esa… ¿Cómo te llamás, querida?
—Marta.
— ¿Marta?—Miro a Ricardo fijamente a los ojos— ¿Marta?—La miro a Marta y a mi marido, a Marta y a mi marido— ¿M-a-r-t-a?—. Un violento ataque de risa se apodera de mí, es incontenible, no puedo parar. Entonces entre carcajadas le digo a mi marido que es obvio que esa reacción no sirve y le propongo otra. Cierro la puerta y un segundo después la vuelvo a abrir.
— ¡Oh!, disculpen—. Cierro la puerta y desde afuera grito:
—Ricardo, escuchame, me parece que nos tenemos que separar.
Mi marido me dice que sí, que la separación es inminente, que hace mucho que la relación no funciona, que lamenta no sé qué cosa y que él no hubiera deseado que todo acabara así, pero que a veces…
—Escuchame, querido, ¿vos te pensás que soy tarada, que te iba a resultar tan fácil? ¿Qué hacen vestidos ahora?, ¡sáquense la ropa porque todavía no reaccioné, mierda! Ahora voy a llamar por teléfono y voy a avisar que estoy a cinco cuadras de casa y vos Marta, te escondés en el placard.
Cierro la puerta, tomo el celular y llamo a mi propia casa pero me da ocupado. Entonces enfurecida abro la puerta y lo veo a Ricardo hablando por teléfono.
— ¿No ves que no estás hablando conmigo? ¿Y vos qué hacés que no estás en el placard?, ¡Marta!—. Y me vuelvo a morir de la risa y empiezo a zapatear una suerte de malambo en el umbral de mi propio cuarto y aleteo los brazos; un, dos, tres. Sí, sí, como la protagonista de una película que vi, ella zapateaba y aleteaba…Una lagrimita “pin”, dos lagrimitas “pin pin” y canto: “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Sigo aleteando y revoleo la cabeza.
—Mirame Ricardo, soy Gloria Trevi —Me canso un poquito, me agito, cada vez que trago saliva un cuchillo atraviesa mi garganta.
—Vení Marta, bailá conmigo—Aleteo y zapateo—Dejame que te cuente que yo tenía 20 y él 23—Me agito, estoy cansada, muy cansada.
—Punto y coma, el que no se escondió se embroma—. Pienso en mi mamá mientras giran los retratos, las mesitas de luz, la ventana, la puerta y me golpeo la rodilla con el vértice de la cama, me duele, “pin pin”.
—Te muestro la libreta Martita—Aleteo, aleteo y zapateo.
—Dame un besito, Ricardo—Hago trompita—Si ronca dalo vuelta Marta, que no hace falta planchar y lavar y prepará las milanesas para el jueves que se las come en tres bocados.
— ¿Por qué se van?, no me dejen ahora, cambien las sábanas, al menos—Aleteo y zapateo, recuerdo una tormenta en la montaña, un trébol y mi cuerpo cubierto de miel; luna de miel.
Se van, se me escapan, los sigo, los pierdo, entonces salgo al balcón y los veo cruzar la calle y grito: “¡Viva, viva, los locos que inventaron el amor!”

sábado, octubre 14, 2006

Patético

He descubierto que de las 16 horas que paso despierta durante cada día, dedico:

10 horas a trabajar con la PC
15 minutos a utilizar mi celular

1 hora a ver televisión




Conclusión: ¡¡¡Dedico 11 horas y 15 minutos a mirar pantallas!!!¿Qué hay del mundo que existe detrás de mis espaldas y de las pantallas? ¡¡¡Dios mío!!!, ahora mismo estoy mirando una pantalla, chau, sepan comprender.

miércoles, octubre 11, 2006

Pueyrredón y San Martín

La carta que adjunto fue enviada por Juan Martín de Pueyrredón a José de San Martín en septiembre de 1816. La epístola es muy famosa, no obstante, cada vez que la leo siento emoción. Es la emoción que surge de apreciar una relación que dos grandes de nuestra historia forjaron en función de una misma causa y de su lucha por conquistarla. Esa causa en común era la liberación de Chile y del Alto Perú.
Pueyrredón había sido nombrado Director Supremo por el Congreso de Tucumán y había aprobado con entusiasmo el proyecto de San Martín de liberar a Chile y al Alto Perú de la presencia española. A pesar de que el gobierno criollo le dio la máxima prioridad a la campaña de liberación, San Martín no se conformaba y desde Mendoza, abrumaba al Director con infinitos pedidos. Pueyrredón, amigo y compañero de cruzada, le escribió esta carta:

A más de las cuatrocientas frazadas remitidas de Córdoba, van ahora quinientos ponchos, únicos que he podido encontrar; están con repetición libradas órdenes a Córdoba para que se compren las que faltan al completo, librando su costo contra estas Cajas.
Está dada la orden más terminante al gobernador intendente para que haga regresar todos los arreos de mulas de esa ciudad y de la de San Juan; cuidaré su cumplimiento.
Está dada la orden para que se remitan a Vd. mil arrobas de charqui que me pide para mediados de diciembre: se hará.
Van oficios de reconocimiento a los cabildos de esa y demás ciudades de Cuyo.
Van los despachos de los oficiales.
Van todos los vestuarios pedidos y muchas más camisas. Si por casualidad faltasen de Córdoba en remitir las frazadas toque Vd. el arbitrio de un donativo de frazadas, ponchos o mantas viejas de ese vecindario y el de San Juan; no hay casa que no pueda desprenderse sin perjuicio de una manta vieja; es menester pordiosear cuando no hay otro remedio.
Van cuatrocientos recados.
Van hoy por el correo en un cajoncito los dos únicos clarines que se han encontrado.
En enero de este año se remitieron a Vd. 1.389 arrobas de charqui.
Van los doscientos sables de repuesto que me pidió.
Van doscientas tiendas de campaña o pabellones, y no hay más.
Va el mundo. Va el demonio. Va la carne.
Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo, a bien que en quebrando, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que Vd. me dé algo del charqui que le mando y no me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la fortaleza.*
¡Qué bueno sería que los dirigentes de los países latinoamericanos y sudamericanos se hermanaran como lo hicieron San Martín y Pueyrredón y así lograr la independencia definitiva!
*Citado por Raffo de la Reta,Contribución histórica y documental, Buenos Aires, Peuser, 1921, tomo 1, pág. 103.

domingo, octubre 08, 2006

El primer café

Llegamos al café, yo me senté de espaldas al espejo y vos apoyaste tu libro sobre la mesa. No te diste cuenta, pero una gota de agua mojó progresivamente las primeras páginas del libro.
Después te pedí que me leyeras una parte; la de la mujer que se sienta frente a la ventana y dice: “Háblame como la lluvia y déjame escuchar”. No te lo dije, pero me gusta cómo escribís.
- El proceso creativo es muy extraño.
- Sí que lo es.
Debo confesarte que mientras hablabas del proceso creativo te hice el amor, construimos una casa en Carapachay, fuimos al supermercado, viajamos en colectivo, me emborraché y rompí una copa, te enojaste, cociné pollo, te hablé de mi madre, me entristecí frente a una ventana, pensé en escribir un cuento, recordé dos poesías. Hasta que miraste el reloj. ¡Insensato, los viernes blancos no tienen tiempo!
- Estás callada.
- Un poco, sí.
- Tengo que trabajar mañana.
- Qué lástima (ya te querés ir y todavía no te hablé de la lluvia que repica en mi techo, de las estrellas que la luna se tragó, del día que aprendí a mentir, de cuando me asustó la eternidad, de lo extraño que ha sido el amor para mí en estos últimos años. Ya te querés ir y todavía no sabés que puedo ser pluma y papel, que me torcí el tobillo al trepar un árbol, que cada día tiene su color, que voy a morir como murió mi abuela, que sigo esperando, que tu libro dice cosas que alguna vez pensé y que las agujas del tiempo me tienen acorralada)

Subí a tu auto. Mis palabras seguían presas del silencio. ¿Qué esperabas que dijera?, todo se había transformado en un gran corazón palpitante que retumbaba en mis orejas hirvientes. Por suerte la voz de Barry White me rescató del mutismo sepulcral.
- Me encanta Barry White.
- Murió hace 3 años.
(tengo que hablar, hablar, hablar, hoy es viernes 23, “…I don´t want clever conversations…”, el perfume lo compré en Londres, “…I love you just the way you are…”, SUPERMERCADO: PYONGYANG)
- Pyongyang es la capital de Corea del Norte.
- No lo sabía.
(no lo sabía, sabía, sabía, bía, saber, decir, saber decir, “…You´ll always have my unspoken passion…”)
Tu beso fraternal me dolió. Luego no quedó más que la puerta de mi casa, las llaves, un cuarto giro a la izquierda, un saludo, un cuarto giro a la derecha, cinco pasos, el ascensor, el espejo, mi cara, la verdad, una pluma, un papel y esta carta.

miércoles, octubre 04, 2006

Quise encontrarme.
Pero caminando hacia mí,
me perdí de mí.
Caminé,
busqué,
caminé,
trepé,
salté,
volé,
pregunté,
imploré,
lloré,
grité,
escapé,
paré y me vi.
Estaba como siempre: esperándome.

lunes, octubre 02, 2006

La columna de R.